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viernes, 27 de agosto de 2010

Nos vemos en la próxima masacre de migrantes

Por Óscar Martínez *

Publicado el 26 de Agosto de 2010
elfaro.net

No comprendo la algarabía que se ha desatado por los 72 migrantes
asesinados en México por Los Zetas. Supongo que se debe a la cantidad
de cuerpos apiñados, a lo explícito de la imagen del rancho en el
municipio de San Fernando, Tamaulipas, casi en la frontera con
Brownsville, Texas. Es un gusano de cadáveres que se enrolla recostado
en la pared del galerón descascarado de ese monte en medio de la nada,
allá por donde llega el caminito de tierra. Algunos cadáveres estaban
atados de manos por la espalda. Otros yacen apiñados, unos sobre
otros, en las partes donde el gusano se engorda. No comprendo la
algarabía que se ha desatado por la masacre de tantos migrantes.

Los grandes medios de comunicación mexicanos, los salvadoreños, los
hondureños, los guatemaltecos, hasta los estadounidenses, españoles y
sudamericanos han utilizado sus portadas, sus páginas principales, sus
noticiarios estelares para hablar de la masacre de migrantes en
México. No comprendo la algarabía de tanto medio tan grande.

Los políticos, los de México, de Centroamérica, de Brasil, de Ecuador,
han salido urgidos a sentarse en sus sillas de conferencia de prensa,
ante aquellos medios, para luego salir en portada. Eso sí, no
cualquier político. Son jefes de departamentos, de institutos, de
organismos. Son, incluso, los mismísimos presidentes de esos países
los que han dicho, como dijo el de México, que los autores de la
masacre de San Fernando son unas "bestias". No comprendo tanta
algarabía de tanto político tan importante.

No lo comprendo porque las algarabías suelen explotar tras la
sorpresa. No lo comprendo, y si me obligaran a intentarlo diría que
fingen. Se están inventando esas caras serias, ese gesto seco. Están
haciendo ostento de su tinta, de su tecnología, de su capacidad de
contratar un servicio de noticias por cable.

La masacre de San Fernando, Tamaulipas, cerca, muy, muy cerca de
Estados Unidos, allá por donde los indocumentados casi han llegado, no
es sorprendente. La masacre de San Fernando, allá a donde un migrante
centroamericano llega tras más de 20 días de viaje, es solo un hecho
más, uno impactante, pero nada más. La masacre de San Fernando, allá a
donde un centroamericano llega tras haber abordado como polizón más de
ocho trenes, era previsible. La masacre de los indocumentados en
México empezó a principios de 2007.

Lo que empezó esta semana una vez más son las conferencias de prensa
de los funcionarios compungidos. Lo que empezó esta semana son los
grandes titulares de los medios que ni sabían dónde queda Tamaulipas
ni qué diablos hace por aquellos lados un indocumentado
centroamericano. Lo que empezó esta semana es el circo. Pero ese se
acaba pronto. Ese no dura muchos años, ni muchos meses, ni siquiera
muchas semanas.

Es mentira lo que dijo ayer Alejandro Poiré, el secretario del Consejo
de Seguridad Nacional de México, el vocero en temas de crimen
organizado. Dijo que en los últimos meses han recibido información de
que algunas organizaciones de delincuentes participan en secuestros y
extorsión de migrantes. Es mentira. Lo sabe hace mucho. Lo dijo el FBI
a finales de 2007. Lo dijo la Comisión Nacional de Derechos Humanos de
México a mediados del año pasado. Lo dijo bien claro. Su informe se
titulaba "Informe Especial Sobre Secuestro de Migrantes en México".
Decía que cerca de 10 mil indocumentados, principalmente
centroamericanos, habían sido secuestrados solo en los últimos seis
meses. Decía también el nombre y apellido de esa "organización de
delincuentes". Se llaman Los Zetas, son una banda organizada que
existe desde 1997, que fundó el Cártel del Golfo, que nació con
militares de élite reclutados para entrenar sicarios. Decía también
que las autoridades de municipios y estados mexicanos participaban en
esos secuestros. Decía que ocurrían a la luz del día en municipios y
estados que también tienen nombre: Tenosique, Tabasco, Coatzacoalcos,
Medias Aguas, Tierra Blanca, Veracruz, Ixtepec, Oaxaca, Saltillo,
Coahuila, Reynosa, Nuevo Laredo, Tamaulipas. TAMAULIPAS. Es mentira
que Poiré y aquellos de los que él es vocero lo sepan "hace unos
meses". Unos pinches meses, diría un mexicano.

Es mentira, como dijo ayer Antonio Díaz, el coordinador de asesores
del Instituto Nacional de Migración de México que en lo que va de 2010
han detectado alrededor de siete secuestros de migrantes por parte de
organizaciones criminales. Es mentira, porque compartimos mesa el
lunes 5 de julio a las 6 de la tarde en la Comisión de Derechos
Humanos de la capital mexicana. En esa mesa dijimos que mientras
dábamos esa charla había migrantes secuestrados, y no siete, dijimos
cientos. CIENTOS. Y él asintió.

Es mentira que estén consternados los funcionarios centroamericanos
que se han pasado el día dando conferencias de prensa sobre la
masacre. Y si esa consternación es verdadera, importa muy poco. Ellos
también lo saben desde hace mucho. Ellos nos han citado a los miembros
de El Faro que hicimos la cobertura de migración en México a reuniones
con Cancillería de El Salvador y Guatemala, con funcionarios del
Sistema de Integración Centroamericana y de otras dependencias. Y
nosotros dijimos y presentamos documentos que hablan de cientos de
secuestros que ocurren desde hace años en esos lugares que tienen
nombre por esa organización de delincuentes que tienen nombre. LOS
ZETAS. Les dijimos que era una crisis humanitaria, que era una
masacre, que había que pronunciarse al más alto nivel y ellos, cuando
nos estrecharon las manos y se despidieron, dijeron que nos creían,
que de verdad nos creían y que estaban rabiosos, horrorizados.

Y ahora dirán, los de El Salvador al menos, que han instalado dos
nuevos consulados. Eso sí es verdad. Uno está en Arriaga y el otro en
Acayucan. Pero es mentira que crean que esa es la solución. No lo
creen o fue mentira lo que nos dijeron. Dijeron que sí, que entendían
nuestro argumento de que un consulado es más una oficina
administrativa que una oficina para esos otros casos, los casos de
masacre, de secuestros, de violaciones. Dijeron que también creían que
era al más alto nivel que tenían que levantarse las voces, que esto no
requería el grito de un vicecanciller de salvadoreños en el exterior,
sino de un presidente, de varios presidentes que ven cómo sus
migrantes son asesinados en el intento de llegar a Estados Unidos.

Es mentira tanto titular en tanto medio importante, porque no han
enviado a nadie a poner sus ojos de forma permanente en esa masacre
constante. Es mentira, porque siguen creyendo que la señora exitosa
que abrió una pupusería en Los Ángeles merece el mismo espacio en sus
páginas de migración que el que le dan a un secuestro, a unas
violaciones, a unas mutilaciones. O más bien, a las conferencias de
prensa donde se habla de esos secuestros, de esas violaciones, de esas
mutilaciones. Porque cuando se trata de embarrar solo embarran de
tinta sus portadas, nunca sus botas ni a sus reporteros, porque no
quieren embarrar sus billeteras.

Si se embarraran, si salieran de sus conferencias, si dejaran de
asentir cuando dicen que creen algo para luego no hacer nada. Si
dejaran de mentir. Supieran que desde Tamaulipas Los Zetas controlan
todo un sistema de secuestro de centroamericanos. Supieran que Los
Zetas infiltran a centroamericanos en el tren para detectar a los
migrantes que tienen familia en Estados Unidos, a esos a los que le
sacan a tablazos los 500, 800, mil o hasta 5 mil dólares en secuestro
exprés. Supieran que en cada estaca (y supieran que estaca se le llama
a los comandos de Los Zetas) hay un carnicero (y supieran que los
carniceros son esos hombres que cortan en trocitos a los migrantes por
los que nadie responde y que después los meten en un barril y los
queman). Supieran que ranchos como el rancho de San Fernando hay
decenas en México y que en muchos hay cadáveres enterrados. Supieran
que en San Fernando no hay periodistas que hablen de Los Zetas (ni en
Tenosique, ni en Medias Aguas, ni en Orizaba, ni en Tierra Blanca, ni
en Saltillo, y supieran también dónde quedan estos lugares) porque los
matan. Supieran que desde 2007 Los Zetas controlan desde Tamaulipas la
ruta de los coyotes. Supieran que el que no paga muere y que aunque no
se vean los cadáveres ahí están.

Ustedes no están sorprendidos, nadie de ustedes. Ustedes han montado
esta algarabía para parecer sorprendidos. Ustedes son unos mentirosos.
A ustedes ya se les va a volver a olvidar una masacre que empezó en
2007. A ustedes solo hay una manera de despedirlos: nos vemos en la
próxima masacre.

* Cronista de la sección En el camino, autor del libro "Los migrantes
que no importan"
I: La larga historia de El Espino

jueves, 26 de agosto de 2010

La muerte de los migrantes

Por Víctor Meléndez
(Salvadoreño radicado en México)

Una mirada hacia las entrañas. La muerte de los migrantes.

México es una nación extraña, nación que amo, nación que me ha dado
tanto, nación que yo seleccioné para vivir y de la que soy ciudadano
desde hace muchos años.

Yo también he dado a México mas que mi trabajo, he sido activo
protagonista, alto directivo e inclusive hasta en ciertos casos,
Presidente, de una extensa gama de asociaciones, de Coparmex, de
México Unido, de Consejos Consultivos Municipales, del COMCE, del
Organismo de aguas de Tlalnepantla, del CCE del Estado de México, del
Consejo Empresarial de la UVM, etc, etc, etc, también he fundado y
trabajado en una gama amplia de empresas, he tenido el privilegio de
inclusive viajar en Misiones Comerciales con la Presidencia de la
República, conozco a muchisimas personas de enorme capacidad
empresarial, intelectual y de alto valor humano. Todo lo anterior lo
he recibido de México y mas. He estudiado la historia de este país de
manera profunda, analizando sus instituciones, .... en fin, creo
conocer a México, mas sin embargo, siempre me confundo.

El descubrimiento de la fosa con 72 muertos, presuntamente migrantes
de varios países de América Latina, asesinados con una frialdad
aterradora, con una saña cínica, es el clímax de una nación que está
enferma.

Yo fuí también un migrante, un afortunado migrante, pero mis
condiciones fueron distintas, entré a esta nación por la puerta ancha
y he tenido mas privilegios que desventuras, pero el 99% restante no
ha tenido mi fortuna, por el contrario, han sufrido por el simple
hecho de transitar por este suelo, las vejaciones mas cruentas, la
impotencia, el sometimiento, la extorsión, las mutilaciones, reales
violaciones y amarga muerte.

¿Que le pasa a México? ¿que enfermedad le corroe tan intensamente?

Desde hace ya años se sabe y se conoce la presencia de las mafias en
el tráfico de los migrantes y es mas que conocida la
ineptitud con colusión de autoridades mexicanas sobre esta situación.
Miles de testimonios así lo han aseverado, no es ningún secreto ni
infidencia, expresar que los cuerpos de seguridad están podridos y son
parte de esta desgracia nacional. Esta masacre solo delata en su
enorme magnitud, lo que ya es una rutina en el suelo mexicano.

El mexicano promedio tiene un sentido de animadversión contra los EEUU
por lo que se conoce como serias violaciones a sus derechos humanos
por parte de las autoridades de esa nación, por las leyes
antimigrantes de Arizona, por la discriminación que sufren millones de
mexicanos en su esperanza de llegar a los EEUU para conseguir un
empleo y un salario que les permita dejar de ser pobres. Por eso en
cuanto se denuncia un hecho de vejación en las fronteras, en las
redadas en sitios de trabajo, en las legislaciones y en muertes de
migrantes mexicanos, ya sea en el río, en el desierto o en hechos
violentos, el sentido de rechazo a esas acciones se denuncia
inmediatamente en México. Mas sin embargo una doble moral se ha ido
gestando, una hipocresía oficial se ha ido constituyendo, una ética
distorsionada se ha creado. Se denuncia lo que se sufre en los EEUU,
pero se cierran los ojos y se ignora con criminal complicidad lo que
se genera en México en contra de la migración flotante de
latinoamericanos que cruzan esta nación, que tienen que sufrir lo que
en este día se ha destapado desde el fondo de la fosa de Tamaulipas.

Que triste destino, para la esperanza de vida de jóvenes, hombres y
mujeres, que ni siquiera llegaron a una nación que quizás los
discriminaría, porque en nuestro México se les dio muerte.

Que descansen en paz nuestros hermanos y adiós a sus sueños.